Nueva York siempre ha sido una ciudad que me ha transmitido muchísimas cosa pero ante todo, curiosidad y fascinación. No son los neones de Broadway los que me ciegan sino, el latido de esa ciudad con alma propia, tan fría y tan caliente a la vez. Scorsese nos muestra la realidad más allá del glamour, la otra cara de la moneda.
Este film cuenta la historia de Travis (Robert de Niro) un joven que tras su regreso de la guerra de Vietnam es incapaz de conciliar el sueño. Para hacer más llevaderas sus noches, conduce un taxi por las calles de Nueva York. Es una persona poco sociable que deambula por una ciudad llena de ruido. Frecuentando cines para adultos, entre violencia y la sordidez, decide pasar a la acción.
La fotografía de Michael Chapman nos enseña el Nueva York de los barrios bajos. Una ciudad húmeda, mal oliente sin esperanzas que atormenta al protagonista. La cámara muestra esa frustración en las humeantes calles neoyorkinas mientras oímos la genial banda sonora de
Herrmann. Esas notas consiguen impregnar todo en un clima de sudor,
bochorno, olor a whisky barato.
Una historia de autodestrucción y violencia casi surrealista. Un profunda crítica a la corrupta e hipócrita sociedad americana de la época. La evolución de su protagonista que pasa de un aptitud de espectador ante el mundo que le rodea a tomarse la justicia por su cuenta.